¿Cómo se oirá el grito del vende agua helada
en el calvario del oriental?
¿O las ruedas del destartalado carretón que pasa por la caimana?
Hace meses que mis pies no pisan esos charcos.
El jolgorio de la Noche Buena en Managua,
que me tocará pasar en una ciudad ajena,
la pirotecnia artesanal de Monimbó,
que ya no resonará en mi corazón.
Las mil y unas cosas que me hacen nicaragüense;
el estar orgulloso por donde nací,
honrar a la patria que cargo en el lomo
y que un día salí para defenderla a morir.
Sueño con la libertad cada noche,
despertando con la psicofonía
de seguir siendo
un desterrado más.
Quisiera no ser el perseguido,
no escribir más en clandestino.
Estar en Masatepe, hoy domingo
y almorzar sopa de mondongo
con dos tragos de Ron Plata en la mesa.